martes, 2 de octubre de 2018

Día octavo VOL I. (24-30 Sep.)

Día octavo es una sección semanal dedicada al repaso del mundo del fútbol. Hay días tontos y fútbol todos los días, por lo que la cantidad de partidos perceptibles de análisis es bastante gruesa. Aquí no se comentará el partido más elitista ni el que más focos acapare, sino el que a mí me parezca que tiene más contenido para hablar de algo que muchas veces se nos olvida, el fútbol. También podrán entrar según que temas aislados con el fin de abarcar la idea general del mayor número de equipos y/o jugadores. Entrarán en consideración partidos de La Liga, Champions League, Europa League, Premier League y Calcio por orden de capacidad de visionado. 

Semana previa a un nuevo parón de selecciones, lo que significa gran contenido de ligas domésticas. Además semana de derbi madrileño y de sonados batacazos de Barcelona y Real Madrid. En definitiva, semana que me viene perfecta para sentar las bases de esta sección, pues no voy a hablar ni de la batalla por el trono futbolístico de Madrid, ni de los tropiezos de los mastodontes del fútbol español. Pero estos últimos siete días también me van a permitir poner en relieve a la gran protagonista de este espacio, La Liga Santander, la competición doméstica que más contenido futbolístico deja semana a semana.

Real Sociedad 0-1 Valencia (29/09/18)
La primera victoria del curso para el Valencia más ilusionante desde principios de siglo llegó en un estadio difícil, pero ante un conjunto que reúne las mismas o más dudas que los propios chés. Como en los partidos anteriores, el equipo de Garitano comenzó bien situado pero se fue diluyendo a medida que esta superioridad no se reflejaba en el marcador. Esta vez ni siquiera en el contador de oportunidades.



La Real fue a buscar los primeros pases del Valencia, sobre todo en el sector izquierdo, donde Oyarzabal protagonizó persecuciones sobre Toni Lato, y Rubén Pardo (que entró en el 16´por Merino) y Zurutuza sobre la recepción y línea de pase de Parejo.Sin embargo, no fue tanto mérito txuriurdín como déficit del capitán y del canterano valencianistas -a los que se sumaba Diakhaby-, que caían continuamente en errores no forzados en pases horizontales y de seguridad en la base de la jugada. Hasta el minuto 20 el partido no había salido de la mitad de parcela ché, una situación desaprovechada por los locales, que una vez recuperada la posesión no contaron con mecanismos que le acercasen al gol más allá del balón parado o centros a la cabeza de Willian José.

En estas apareció una figura que Marcelino García Toral necesita como agua en el desierto, más viendo el pobre nivel que viene ofreciendo Dani Parejo. Kondogbia apareció para, recibiendo de espaldas en posción de interior izquierdo y protegiendo el balón ante las mordidas de la medular realista, lograr conectar con Batsuayi por dentro o Cherysev por fuera. El belga no es Rodrigo, está falto de sensibilidad con y sin balón, pero los movimientos amplísimos e incisivos de Gameiro en el sector derecho-central le dejaron un espacio en el entrelíneas para replicar la tarea de Geofry un escalón más arriba.  El pivote francés, que ya se había quitado las vigilancias, logró encontrar por primera vez con ventaja a Denis Cherysev, que la puso en el área para que uno de los perfectos desmarques de Gameiro acabase en la red.

El Valencia dio un paso atrás, y entre el tramo final de la primera parte y el inicio de la segunda la Real intimidó más fácil de lo que debiera la portería ché a partir del balón parado y la pequeña revolución que supuso la salida de Sandro detrás del punta.
La segunda parte nos sirve para hacer análisis del momento psicológico del  equipo del Turia. Habiéndose adueñado del partido a través de la conexión de un Parejo que por fin filtraba pases tensos y un Carlos Soler que leía perfectamente la transición defensiva de la Real ya sea en banda o en zona de volante no supo castigar. Para más inri, salieron desde el banquillo Gonçalo Guedes y Rodrigo, este último justo después de que Neto detuviese un penalti. Es decir, un equipo que debería ir anímicamente en volandas y que hace tan solo un año desintegraba a sus rivales con marcador a favor haciendo gala de una de las mejores transiciones del continente, se tuvo que conformar con una victoria por la mínima ante una que les iba a buscar arriba de forma inconsistente.
Los pupilos de Marcelino tienen muchos problemas futbolísticos, pero también de coco, y el partido en el nuevo Anoeta pudo significar la primera piedra para superarlos, en fondo y forma.


Chelsea 1-1 Liverpool (29/09/18)
Cada vez es más corriente que en la Premier League existan duelos de entrenadores -gracias al desembarco de Pep, Mou, Pochettino y los dos técnicos de este choque-, y la naturaleza misma de la competición inglesa regala partidos en los que podemos ver amplios tramos en los que ambos equipos juegan cómodos. Entre otras muchas cosas, el partido del pasado sábado en Stanford Bridge fue un regalo al fútbol, aunque se pareciese más a Maurizio Sarri que a Jurgen Klopp.


El ritmo desde el primer minuto es altísimo, tanto los blues como los reds intentan agredir rápidamente desde zona de tres cuartos. Unos a través de la movilidad sin balón de Hazard por todo el frente -incluso llegando a pinchar a Willian en izquierda- y otros desde las diagonales de Salah con el esférico, tirando paredes con Firmino y Wijnaldum. Ninguno de los dibujos se descompone, pero es el Liverpool quien empieza a imponerse a través de la presión en el sector de Marcos Alonso -Wijnaldum y Alexander Arnold- y las mencionadas jugadas de Salah. El egipcio estuvo muy incisivo en este primer tramo, finísimo en la combinación y en el desborde hacia dentro. Pero no en el último toque, aquello que le convirtió en un gigante europeo la campaña pasada. Esta falta de precisión en la conversión fue minando la moral del crack, que se fue diluyendo conforme pasaban los minutos.

Ante esa presión alta, el Chelsea trató de salir en pocos toques, y lo tuvo que hacer a través de apoyos larguísimos de Hazard, porque Giroud no ganó los duelos contra un seguro Van Dijk. En la transición ataque-defensa Kanté se quedaba en el pivote -Sarri acostumbra a soltarle unos metros más arriba para que muerda tras pérdida- para evitar el revés, y el que se descolgaba más sin balón era Jorginho. Parece impensable, viniendo del Chelsea de Conte, que Marcos Alonso y Azpilicueta se queden atados en la vigilancia todo el partido, pero es que dado el punto físico de Eden y Willian, el equipo londinense se lo puede permitir sin perder capacidad de amenaza.

Y en estas llegó el gol blue, que fue puro Sarri y una muestra del escandaloso estado de forma del actual pichichi de la Premier. La base de los equipos de Maurizio está en poner a Jorginho de cara, porque es un jugador lento en el giro y que necesita ver todo el fútbol de cara, pero cuyo primer toque cambia el ritmo de los ataques que se preveen en posicional. David Luiz-Kovacic- Jorginho forman el triángulo en posicional, en el que interrumpe Hazard para recibir del central y dejar un toque de espuela delicioso y comenzar la carrera. Este movimiento deja sin referencia a Wijnaldum y Alexander-Arnold y permite una pared vertiginosa entre Kovacic y Jorginho, que acaba con una situación ya a campo abierto en la que el croata habilita el carrerón de Hazard, cuya definición solo está a la altura de los mejores. (Veánlo, en serio).

A partir de aquí el Chelsea entra en un tramo en el que logra evadir el bloque alto de los reds con un David Luiz -en largo- y un Jorginho -en corto- acertadísimos en la salida. Ya llegada la segunda parte, el bloque bajo de los londinenses sigue mostrándose infranqueable más allá de jugadas sueltas del binomio Firmino-Salah. Pero no era el día de este último, que salió sustituido por Shaquiri. Viendo que no sufría, el Chelsea fue a buscar el partido, y llega frecuentemente al área rival ante la impaciencia red, pero Alisson apagó todos los fuegos. Esto permite que el Liverpool se escape un par de veces y tenga un par de ocasiones clarísimas en las botas de Shaquiri y la cabeza de Firmino.
En el último tramo volvió un bloque muy rocoso del Chelsea, que situó a Moses como doble lateral para  que Azpilicueta estuviese cerca de un movilísimo Firmino, que junto con Naby Keyta -entrando por Henderson- fueron los que más cerca estuvieron de desestabilizar la muralla blue.

El partido parecía acabado cuando apareció Daniel Sturridge para golpear al balón desde casi 30 metros y colocarla en la escuadra con un golpeo delicadísimo que superó a un Kepa que había estado bien. Por desgracia, el inglés ya no puede ser un delantero condicionante por la amplitud y sobretodo la longitud de sus movimientos sin balón, lo que hace pensar que está perdido para la causa.Pero revisando sus temporadas de plenitud se puede ver que tiene ese toque diferencial, de genio, que puede cambiar partidos.

En el Chelsea seguramente se crea que se mereció la victoria. La realidad es que el Liverpool, pese a que ninguna de sus estrellas -especialmente decepcionante Mané- estuvo a un nivel excepcional, no le perdió la cara al partido en ningún momento al partido, ni en lo anímico ni en lo táctico. Maurizio Sarri ya ha hecho suyo al equipo con la ayuda del jugador más en forma de Europa, pero el Liverpool de Klopp ya es un gigante del continente, y no es tan fácil tumbarle. El partido de la semana en Europa acabó en tablas. 

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