Siempre que se habla de educación en España se acude al
mismo ejemplo de comparación: los países nórdicos. Su sistema educativo es el
ejemplar dentro de los países de la UE porque tienen fama de utilizar unas
estrategias educativas avanzadas. Nos acercamos pues a los datos, la única
manera realmente cuantificable para medir el impacto educacional en la
población. Estos datos pertenecen de las cifras oficiales proporcionadas por el Gobierno en su página web y están actualizadas en 2018 aunque los últimos datos que se recogen son de 2016. Los números estudiados tienen que ver sobre todo con la educación
universitaria o superior y con la entrada al mundo laboral. Se comparará el sistema
educativo español con el noruego, el sueco y el finlandés tratando de explicar
el contexto de cada dato y el porqué de estos.
El primer indicador en el que nos fijamos es el de abandono
escolar temprano, durante la educación secundaria concretamente. Vemos que
España no sólo supera a esos países escandinavos, sino que está cerca de doblar
el porcentaje de la media europea situada en un 10,8% entre las personas de 18
a 24 años en 2016. Sin embargo, España es uno de los países que más paro
juvenil registra, lo que nos viene a indicar que este abandono no va dirigido
de forma suficiente hacia el mercado laboral. También sufren esa falta de
trabajo los jóvenes que finalizan estudios superiores. Tras la educación
secundaria tan solo el 56% de las personas encuentran trabajo en los siguientes
3 años, uno de los 5 peores datos de la UE. Dato que asciende al 72% tras
cursar educaciones superiores, que sigue siendo una cifra lejana 90% que rondan
los países del norte europeo. Estos datos se ven corroborados por otros
indicadores como el nivel de educación por franja de edad y, sobre todo, el que
se fija en la población joven.
Otra de las consignas a las que se suele recurrir a la hora
de apuntar las deficiencias del sistema educativo español es que las clases están
abarrotadas, que hay demasiados alumnos para pocos docentes y que por tanto los
primeros se ven desatendidos. Y aunque no deje de ser cierto, parándonos a
revisar los datos, son muy comparables a los de los países usualmente citados
en cuanto a número de alumnos por profesor. Centrándonos en la educación
universitaria, sus 12,7 se quedan por debajo de los 14 finlandeses y rebasan
pero no excesivamente los alrededor de 10 de Suecia y Noruega.
Toca fijarnos en los gastos destinados a la educación.
Siempre que pongamos la lupa aquí hay que hacerlo con cautela, pues es fácil
que la media de gasto por persona sea muy alto en los países escandinavos, pues
son estados muy desarrollados económicamente pero poco poblados, por lo que la
renta per cápita es mucho mayor. Por ello es más fiable hacer esta comparación
en los datos que equiparen dicho gasto al PIB. Y aquí España (4,15) se queda
lejos incluso de la media europea (5,15) y a años luz de los países
escandinavos (rondan el 7 de media).
Llegamos ahora al dato más relevante y quizás el que
explique más el panorama en el que se encuentra la educación española tanto
como causa como consecuencia. España presenta uno de los porcentajes más bajos
(y el más bajo en más de un ciclo educativo) de alumnado en la educación
pública, quedándose muy descolgado de la media. Aquí la causa es la falta de
confianza en la educación pública por parte de padres y alumnos y la
consecuencia es la privatización cada vez mayor del sector educativo, un dato
profundamente negativo.
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