lunes, 18 de febrero de 2019

Periodismo: Nuevos lectores para combatir los nuevos poderes

*Comentario a partir de la mesa de debate Periodismo y nuevos poderes celebrada el día 6 de febrero en la facultad de CC. Info. de la UCM 

Con la aparición de las sociedades democráticas el periodismo no tardó en denominarse como el cuarto poder junto al político, el económico y el social. Esto tenía sentido dado que el periodismo hacía de eslabón entre las tres con el fin de proteger al tercero de esos tres poderes ante los otros dos. Llegados a este punto, esta asignación ha perdido mucho sentido desde el momento en que el poder económico absorbe mecanismos utilizados tradicionalmente por los periodistas y medios de comunicación.


En un panorama donde Disney ha dejado de “construir sueños” para devorar conglomerados dedicados a la comunicación y a la producción audiovisual a ritmo pasmante. Donde Apple es la empresa más solvente del mundo a base de la total autogestión de su comunicación y plan de marketing. En el que Google aprovecha su monopolio en lo respectivo a internet para controlar todo lo que allí sucede, siendo prácticamente dueño del mayor canal de comunicación del mundo además de los datos de los emisores y receptores que aquí operan ¿El periodismo puede seguir representando ese poder? Y lo más importante, ¿lo puede seguir haciendo de forma honrada como servicio social sin ceder ante presiones?

Estas preguntas se intentaron responder el pasado miércoles en el Congreso de Periodismo y Comunicación Global, sobre todo en la sesión de mediodía, que se centró especialmente en los poderes contra los que lucha el periodismo. Y llama la atención cómo seis directores de medios coinciden rápidamente en que el poder político ya no es un escollo a salvar, sino que el enemigo común son las altas esferas financieras, en concreto las que operan en el plano digital de la vida de las personas: Google, Facebook y compañía. Porque el periodismo se ha tenido que mudar a internet, y aunque nuestro amigo representa muchas ventajas, no deja de suponer jugar en casa ajena.
La caída del papel obligó a los medios de comunicación y a los profesionales que aquí operan a amoldarse al plano digital. Algunos, como Ignacio Escolar, hicieron un all-in en este nuevo panorama y constituyeron la primera prensa nativa digital de España. Pero como suele suceder, no todo el monte es orégano. Existen dos principales contratiempos, y no son baladíes, pues lo condicionan todo. Por un lado, en Internet el contenido que un usuario produce no es del todo suyo y las legislaciones que regulan estos conflictos son muchas veces ajenas y todavía laxas. Y por otro, la remuneración de estos contenidos depende exclusivamente -al menos en sus albores- de la publicitación de los portales web en los que se opera. Ambos problemas atentan contra la independencia de los medios, y el segundo nos ha dado conflictos ya de sobra conocidos en la era digital como son la acuciante inmediatez, el clickbait o las fake news.

Se puede hablar largas horas sobre como de precario es este escenario para el profesional del periodismo. De como Google maniata los derechos de intimidad y propiedad de las personas. De lo duro que es sobrevivir haciendo periodismo honesto en tiempos de trampear para aprovechar algoritmos. Pero al final la solución es cristalina, aunque no por ello fácil de conseguir.
Con Internet se ha reeducado al público a no pagar por la información y revertir esta situación es la única vía definitiva para la independencia de los medios, aunque con ella entremos en otras preocupaciones sobre el sectarismo del lector. Si se pretende que el periodismo vuelva a ser el cuarto poder y tenga la posibilidad de asentar este poder en la honestidad y el trabajo bien hecho, la sociedad tiene que ejercer como la tercera fuerza que mueve el mundo occidental y luchar por uno de sus derechos fundamentales en los sistemas democráticos, el de la información.

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