08.10.1949 - 04.03.2019 |
En 2014 Sebastian Maharg, guionista y músico estadounidense
pero con raíces españolas, realizó un fotoreportaje en el que
comparaba las calles de Madrid en la actualidad y durante la Guerra Civil
española. Aparte de ser consciente del horror que vivieron las calles en las
que tú caminas, lo interesante está en ver como el esqueleto de la ciudad sigue
igual. En las grandes ciudades los avances tecnológicos y comerciales se
ajustan a la ciudad y no viceversa.
Estos cambios se dan de forma paulatina y es por eso que los
damos por hecho. Comunicar un pueblo con el centro a través de una red de
autobuses o metro, la variedad gastronómica plasmada en restaurantes de
distintas nacionalidades o que las tiendas de ultramarinos o establecimientos
de alimentación se hayan convertido en “chinos” son cosas que damos por hecho
porque, aunque todo haya cambiado, todo sigue igual. Tu barrio sigue siendo el
mismo.
Uno de estos casos lo vemos a la hora de llenar la cesta de
la compra. Hasta hace no tanto, menos de dos décadas, vivir en la gran ciudad
significaba hacer pequeñas compras semanales en ultramarinos o tiendas de
barrio, afrontar el gasto que suponía ir a comprar al Corte Inglés y sus
derivados o dirigirse a las afueras, muchas veces a zonas poligonales, para
comprar provisiones a más de una semana vista de la mano de plataformas que
acostumbraban a ser de origen francés.
En nuestros días, no nos resulta extraño que el supermercado
se funda con zonas puramente urbanísticas, cerca de centros neurálgicos de
poblaciones con miles de habitantes. Y todo esto es gracias a Juan Roig y
Mercadona. La cadena del recientemente malogrado empresario valenciano es una
de esas cosas que han dado un vuelco a muchas vidas pero que ya damos por
hecho. Pero eso no hace que su legado deje de ser valioso.
Mercadona nació en Valencia en 1977 como ampliación de una
empresa de distribución cárnica de la que eran dueños Francisco y Trinidad, padres de Juan. Ya una década
después se convirtió en una cadena de ultramarinos reconocida en la comunidad
valenciana. De ahí a sus actuales 1600 establecimientos alrededor de España el
resto no es historia.
La historia de Juan Roig no es la de un empresario suertudo
que haya crecido gracias a épocas de bonanza en su sector, todo lo contrario. La
del empresario valenciano es la historia de un empresario que atacó un mercado
en tiempos de incertidumbre. Es uno de esos magnates que hacen realidad la
afirmación de que es en las crisis donde se hacen las mayores fortunas. Y esta
fortuna la hizo acercando el formato de supermercado a la gente, algo tan
“sencillo” como eso. Con lo que consiguió que no arqueemos la ceja cuando vemos
que cualquier barrio que se aleja mínimamente de lo céntrico o la mayoría de
municipios de tamaño medio en España cuentan con un supermercado, Mercadona las
más de las veces. O que dejásemos de mirar a las marcas blancas por encima del
hombro.
Juan Roig falleció ayer durante un viaje de negocios, y lo
hizo formando parte de las altas esferas económicas, siendo dueño de uno de los
mayores patrimonios de nuestro país. Pero lo paradójico es que si llegó a
ocupar ese escalón fue porque supo acercar su negocio a la gente humilde y
hacer que lo diésemos por hecho.
*Este
es un obituario ficticio realizado como práctica para la asignatura de
Periodismo Especializado en economía y medio ambiente
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