lunes, 12 de noviembre de 2018

Su ahora



Al término del Mundial en el que me enamoré de Eden Hazard comencé a escribir un texto que quizás nunca verá la luz. En él hacía apología de los equipos jóvenes de años recientes en Europa, llámense Mónaco de Mbappe, Ajax de Peter Bosz o Málaga de Isco y me lamentaba por su brevedad. También hacía hincapié en la fortaleza de la camada de talento belga, a la que se le lleva exigiendo un nivel de competición insano desde que Hazard contaba con apenas 23 primaveras y que parece que por caer en cuartos de la pasada Eurocopa ya estaban acabados. Y, sin embargo, se plantaron en Rusia ya sin esta presión y pudieron jugar siendo adultos como desearon jugar cuando eran niños.


Parece que vivimos otra temporada prolífica de talento joven en la Champions League y las grandes competiciones domésticas, y es entonces cuando empiezan a repetirse los “este jugador tiene muy buena pinta”, “potencial espectacular”, etc. En septiembre-octubre le tocó al Ajax y en noviembre le ha tocado al Dortmund. Equipos de los que se ha dicho que aún les queda mucho, cuyos jugadores tienen un futuro apasionante. Pero no dudamos en poner el foco sobre ellos para que, si caen derrotados, decir que era lo normal, que están muy verdes. Parece que esperamos que los jugadores crezcan para, entonces sí, poder regalarnos en elogios sin matices. Puede que despreciemos un partido genial de un muchacho que quizás con 25 años no pueda repetir dicha gesta, y todo por poner pegas.

La semana que acaba de poner fin ha sido sangrante en cuanto a esto. Se empieza a hablar del BVB de Favre porque a la vuelta de la esquina aguardaba el que parecía el freno a su fulgurante temporada, el todopoderoso Bayern. Este escollo sí que no lo salvan. Y nos plantamos frente a la pantalla a ver como el equipo bávaro domina el primer tiempo con soltura y en el descanso pensamos que es lógico, que como van a ganar los niñatos. Pero a los niñatos, que salieron con miedo en el primer tiempo, les dio por ganar en la segunda mitad. Todo elogios y desenfreno, ahora sí que sí. Esto acaba con mi paciencia.

A menudo les pedimos a los jóvenes que sean más cerebrales, que tengan la cabeza y la continuidad que solo se gana cuando las piernas y la propia cabeza acumulan partidos. Pero no es hasta que Weigl, uno de los jóvenes más cerebrales del panorama internacional, sale del campo en favor de Dahoud, un centrocampista igual de joven pero mucho más laxo en su posición y relación con el juego; que el Borussia comienza a dominar y a llegar al arco rival. ¿Y entonces qué argumento nos queda? Pues alabarles y elogiar su juego fresco y joven cuando en realidad lo que deseamos es que pierdan y maduren para que en el futuro puedan cumplir las expectativas que cargamos sobre sus hombros.

Fuente: AFP
Se habla de Jadon Sancho como una de las grandes promesas del fútbol europeo sin pararnos a decir que ya es uno de los jugadores que más cifras y volumen ofensivo produce en todo el continente. Disfrutamos poco de su compañero Reus cuando era joven y las lesiones nos arrebataron su futuro. Nos ha costado ver a Rodri como uno de los mejores pivotes del mundo hasta que ha llegado a la exigencia del Atlético y nos ha gritado a la cara que él es eso, y que, quizás, ya lo era. Decimos con la boca pequeña que Mbappe es uno de los mejores jugadores del mundo porque solo tiene 19 años y nos jode que juegue como si tuviese 28, pero es que Kylian ya está aquí, y no dudemos que ha llegado para quedarse. Hablamos de que uno de los partidos más importantes de la historia a nivel de clubes va a estar llena de talento que traernos a Europa cuando se va a jugar una final de la Copa Libertadores entre Boca y River. Estamos obsesionados con lo que vendrá y disfrutamos poco de lo que está pasando.

Mientras la mayoría de público mira a estos jóvenes como quien mira los cimientos de un edificio y se pregunta qué forma adoptará cuando esté acabado, yo me paro a ver la viga de hormigón desnuda y sin pulir. Porque el presente de estos jugadores y equipos tiene más que ver con lo que es el fútbol que lo que practican aquellos con el ceño fruncido. 

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